Velocidad de escape para un cambio
Para que un objeto cualquiera se libere de la fuerza de gravedad de la Tierra y siga su camino hacia el espacio, debe ser lanzado a una velocidad de 11,2 Km/s o 40.320 km/h.
Si se cumple esta velocidad inicial, la masa del objeto e incluso la dirección en que se lanza no son determinantes para escapar de la gravedad terrestre. Pido ahora ayuda a mi amigo Mariano, que es físico e hizo la mili en artillería. De momento lo mantengo sin matices porque es útil para lo que quiero comunicar en este post, y al fin y al cabo es una metáfora sin otro objetivo que el de aportar una perspectiva motivadora.
Para que una persona o una empresa consigan un cambio permanente, sostenible, deben contar con un impulso inicial que venza la resistencia de la reacción contraria, que irremediablemente lo haría volver al punto de partida o zona de confort conocida. Este impulso, que en física se mide como velocidad de escape, en el ámbito personal y/o profesional no puede cuantificarse de forma exacta, pero sí intuirse… Según mi experiencia de más de 20 años como directivo y de 4 como coach ejecutivo es fácil observarlo, o mejor dicho notarlo, en la actitud y en la energía de cada persona.
Lo que en física son kilómetros por segundo, se puede traducir en amor, fe, pasión, tenacidad, emoción, ilusión, ambición, compromiso… También he observado que el combustible de las personas está formado por valores, no por conocimiento. Los primeros son una condición suficiente, lo segundo una condición necesaria, si empleamos el lenguaje de la lógica matemática.
Mi trabajo como coach es acompañar al cliente en la localización del combustible para conseguir una velocidad de escape sostenible para el cambio de su proyecto personal o profesional. Y digo localización, porque casi siempre el reto es activar algo que ya existe -a diferencia del conocimiento, que se adquiere o incluso se puede comprar- en el interior de quien afronta el reto del cambio.