¿Buen terapeuta, mal entrenador?
Las personas son, por naturaleza, creativas, completas y cuentan con recursos abundantes. Esta frase define el primer fundamento del coach o entrenador. Su impacto es enorme.
La confianza en sus jugadores es el primer principio de un entrenador e impregna la relación interpersonal y colectiva. Observa a un entrenador de fútbol del peor equipo, en zona de descenso de categoría, en el último partido de la liga: Él confía en que sus jugadores/as van a ganar, imagina lo mejor porque aplica el primer principio. Si en ese último partido no tuviera ninguna esperanza o creyera que su equipo está enfermo, debería dejar de ser su entrenador porque no podría sostener su oficio.
Algunos objetarán “Pero casi siempre pierde”. Correcto, es cierto que el equipo que ha perdido todos los partidos puede perder de nuevo. Su entrenador lo sabe, pero incluso en esa situación debe de abrazarse al primer principio de un entrenador que es confiar en sus jugadores.
Lo que es evidente en competiciones deportivas no lo es tanto en el ámbito de las competencias profesionales. Identifico algunas actitudes de falsos entrenadores que, a mi entender, deberían dedicarse a otro oficio porque olvidan lo fundamental.
Atraídos por el negocio de ayudar a personas sanas en el crecimiento personal y profesional, respetables oficios, como el de terapeuta o el de consultor, han incluido la etiqueta coaching en sus habilidades de forma automática, sin formación ni experiencia específica. Una y otra vez compruebo que su propósito sigue siendo el de sus antiguos oficios: solucionar un problema, enseñar o curar.
Muchos terapeutas reconvertidos a coaches no confiarán en las capacidades de sus clientes porque creen que ‘’no están bien, no están preparados, no están completos, no tienen suficientes recursos” e Inician la relación con la urgencia de coser el descosido, curar el trastorno o la enfermedad. Su primera pregunta se orientará a detectar dónde está el problema. Su curiosidad tiene como objetivo descubrir un diagnóstico, para establecer un pronóstico y proponer una terapia. En cambio, para el coach, el descubrimiento, la curiosidad no tiene como objetivo encontrar problemas, ya que bajo la perspectiva de que las personas son creativas, cuentan con recursos y están sanas, pueden identificar habilidades ocultas y negadas por el propio cliente. Doy por supuesto que un buen coach, cuando intuye un trastorno o discapacidad , le sugerirá a su cliente que acuda a un terapeuta. Lo que en ningún caso debería hacer es suplantar al terapeuta simplemente porque se autoinhabilitaria como entrenador.
Ante todo quiero expresar mi profundo respeto hacia el trabajo llevado a cabo por los terapeutas y otros profesionales que ayudan a personas a resolver trastornos de todo tipo.
También huelga decir que un terapeuta puede ser un excelente coach si para ello se ha formado y ha interiorizado los principios de este oficio. Mi única objeción es que el oficio de entrenador -coach- es específico, no puede asimilarse de forma automática.
Mi experiencia profesional es que sostener la relación con un cliente sin vulnerar el primer principio del coaching es difícil. En mi caso, como ex-profesor, ex-directivo y consultor en activo , debo evitar ‘’salir al campo’’ para solucionar los partidos de mis clientes a fuerza de consejos, clases, planes o terapias. Gracias a muchas horas de oficio y formación específica, a veces, lo consigo.