La mujer invisible

Este agosto he leído La mujer invisible de Caroline Criado (SeixBarral). Con la calma de las vacaciones he asimilado una verdad incómoda que se resume en la cita de Simone de Beaovoir: «La representación del mundo, como el mismo mundo, es obra de los hombres; ellos lo describen desde su propio punto de vista, que confunden con la verdad absoluta».

Cabe destacar las setenta y dos páginas de citas que apuntan a fuentes solventes, en forma de direcciones web, referencias literarias, y tesis. Cuando vas leyendo, te das cuenta de que estas pruebas son necesarias porque es enorme la banalización del feminismo y el sesgo cognitivo que nos rodea sobre el tema. De falsas creencias incrustadas que delata La mujer invisible destacaré dos: las relativas a los datos de género y al lenguaje inclusivo.

Artículo original publicado en Regió 7 en catalán.

Datos de género y lenguaje inclusivo

Los datos recopilados para tomar decisiones en ámbitos como el diseño de espacios de trabajo, herramientas y tareas, tienen como origen las características fisiológicas, anatómicas, psicológicas y las capacidades de trabajadores-hombre. El «cuerpo normal» es el de un hombre. Como ejemplo, el sesgo en el diseño de los automóviles: En Estados Unidos no se introdujeron maniquíes femeninos en las pruebas de seguridad hasta 2011. Euro NCAP. El programa europeo para la seguridad de automóviles, no lo hizo hasta 2015 y solamente en el choque frontal. Tal como destaca Caroline Criado «en cualquier caso, Euro NCAP reconoció que a veces simplemente utilizan maniquíes masculinos a escala reducida. «Pero las mujeres no somos hombres pequeños». El resultado de esta falta de datos es que la mujer tiene más probabilidades de morir en un mismo accidente que el hombre.
El libro demuestra cómo cinturones de seguridad, fármacos, móviles, chalecos antibalas y un sinfín de objetos se construyen para un cuerpo y metabolismo masculinos.

Denuncia la autora otros hechos que se derivan de esta ausencia. Por ejemplo, en cuanto a seguridad se ha avanzado mucho más en prevenir un ataque terrorista que en evitar el acoso sexual en lugares públicos, aunque estos últimos lamentablemente son mucho más probables.

Quizás una de las causas es que las palabras no son inocentes y cuando usamos el masculino para definir ambos géneros seguimos agrandando la brecha. La lectura de este libro ha cambiado mi opinión de que no hay que exagerar con la determinación de género. He vivido como padre la evolución de las APA (Asociación de Padres) a las AMPA (Asociación de Madres y Padres) y una vez te das cuenta, no es lo mismo. Las actuales AFA (Asociación de Familias) son aún más inclusivas y definen a las familias monoparentales ya otras diversidades aun desatendidas.

Para demostrar que los sesgos existen, reconozco que si no pongo atención leo siempre la letra A con la que finalizan los acrónimos, como «Alumnos» y no como «Alumnas» porque como reza el libro de Caroline Criado, la mujer es invisible.

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