Necesitamos más liderazgo femenino
En 2019, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó un informe titulado «Las mujeres en la gestión empresarial: Argumentos para un cambio». A partir de más de 13.000 encuestas a empresas de 70 países el estudio reveló que en casi tres cuartas partes de las organizaciones que promovieron la diversidad de género en puestos directivos, sus beneficios aumentaron entre un 5 y un 20%.
Fomentar la diversidad en las empresas, y en particular priorizar un estilo de liderazgo con características comúnmente atribuidas al enfoque femenino, no sólo mejora la eficacia, sino también el bienestar de las personas que forman parte de estas organizaciones.
En mi opinión conviene no limitar el concepto de liderazgo femenino a un género en particular, porque entendido como un estilo de conducta que contrasta con enfoques tradicionalmente autoritarios o estrictamente jerárquicos, lo pueden practicar mujeres y hombres.
Cualidades como la empatía y la colaboración, típicamente asociadas con el liderazgo femenino, pueden contrarrestar estilos de liderazgo más confrontativos y autoritarios que han demostrado ser menos efectivos en organizaciones que requieren un gran nivel de compromiso por parte de sus empleados. Las tareas repetitivas y no creativas, que antes se podían gestionar con métodos tradicionales propios de la era industrial como el taylorismo, están siendo progresivamente reemplazadas por la automatización, y por la inteligencia artificial en la era de la creatividad y del conocimiento emocional.
Un líder efectivo es aquél que sabe equilibrar diversos estilos según la situación. El enfoque de polaridades, que se refiere a la idea de que ciertos estilos de liderazgo existen en extremos aparentemente opuestos pero complementarios, es especialmente valioso para evitar simplificaciones maniqueas y gestionar mejor la complejidad del comportamiento humano.
El liderazgo femenino, visto como una polaridad en el espectro de estilos de liderazgo, se convierte en un recurso valioso y adaptable para cualquier líder que aspire a guiar a su equipo con efectividad y capacidad de adaptación al cambio.
Escribo este artículo desde Ciudad de México, donde he tenido la oportunidad de facilitar talleres sobre liderazgo femenino y prevención de acoso durante el mes de agosto, y reconozco que bajo la influencia del hecho histórico de que Claudia Sheinbaum se convertirá en la primera mujer presidenta de México el próximo 1 de octubre. Esto, unido a la esperanza de que su poderoso vecino del norte siga el mismo camino con una posible victoria en las elecciones del 5 de noviembre de la vicepresidenta Kamala Harris. Quizás podremos celebrar antes de fin de año un cambio significativo de liderazgo para más de 460 millones de americanos y americanas vivan la transición de un modelo patriarcal hacia uno más inclusivo y feminista.