Nosotros dos somos tres

Inteligencia interpersonal es un concepto que en la Teoría de las Inteligencias Múltiples Howard Gardner definió como un conjunto de aptitudes que un individuo pone en práctica en los vínculos que establece con otras personas. El reto primordial de la inteligencia interpersonal es entender a los demás, basándose en la empatía y la armonía y conseguir relaciones satisfactorias para todos los participantes.

Aunque es muy evidente que la principal fuente de conflictos entre parejas, compañeros de trabajo, familiares y amigos son fruto de la relación, casi siempre lo ignoramos y le negamos una vida propia diferenciada de los organismos que la promueven. Cuando dos personas entran en contacto, si siempre son tres: dos organismos y una relación.

Durante la mediación de conflictos me he dado cuenta de un problema al ignorar la relación como ente diferenciado. El motivo es muy simple: que las relaciones pueden cambiarse mucho más fácilmente que las personas.

Cuando establezco contacto con otra persona lo primero que hago es escribir un contrato inconsciente con letra pequeña que esconde deseos, límites, que es posible, que me gustaría y lo que en modo alguno puede pasar entre nosotros dos. Lo siguiente que hago es asumir que lo que yo he imaginado lo acepta entusiasmada la otra persona porque es «evidente». En ese momento he sembrado la semilla de los futuros conflictos. Mi ego establece como justo lo que desea y en un acto de soberbia no quiere rebajarse a hacerlo explícito y exponerse a negociar un cambio.

Resultaría muy útil en las relaciones de pareja, amistad, laborales y familiares, que de vez en cuando, nos preguntemos: ¿y nuestra relación, o nuestra alianza, cómo se encuentra?

Una alianza explicita entre dos o más personas simplemente describe lo que queremos que esté presente cuando estamos en contacto, asumiendo mutuamente la responsabilidad. Creo que la clave está en crear un espacio seguro para fomentar una comunicación honesta y abierta al cambio y sobre todo que no sea tan exigente ni agresiva como para exigir un cambio a la persona.

Te propongo que pienses en tus relaciones (intentando diferenciarlas de la persona con quien las compartes) y te preguntes: ¿cómo quiero que estemos juntos en esta relación?, ¿cuáles son mis peticiones?.

Si el ejercicio lo haces en pareja, y deseas cambiar algo, intenta apuntar al cambio en la relación, no al cambio de la otra persona, o el cambio de uno mismo, semilla de futuras culpas ¿Puedes adivinar qué petición es más efectiva, la de «debes cambiar tú» o «debe cambiar la relación, la forma en que nos relacionamos»?

Porque en el segundo caso la responsabilidad siempre será compartida y la posibilidad de explorar nuevos territorios incluso de jugar simulando nuevas situaciones no será, inicialmente, una batalla de egos donde uno gana lo que el otro pierde.

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