¡Viva Facebook!

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL MEDIO «ENPOSITIVO.COM», como comentario al debate «¿UNA SOCIEDAD SIN FACEBOOK?.

EDUARD RAMOS- EL SACACORCHOS
Activista en positivo y enemigo de apocalípticos y pesimistas globales.

En el interesante debate en positivo, ¿un mundo sin Facebook? los panelistas interpretan una harmónica sinfonía contra el monstruo Facebook desde todos los frentes posibles y en un clímax del debate,  con notas muy agudas, describen la conspiración global de esta red social contra la “verdadera democracia”.  Sin embargo, no dudan en utilizar Facebook cuando es para un buen fin, para publicarse a sí mismos o a sus servicios, como “posicionamiento de marca” dicen. Y dicho de otra manera: están contra de la velocidad, excepto cuando tienen prisa.

El debate pasa de puntillas sobre los beneficios de una red global de miles de millones de personas en apenas un minuto y en voz baja: “Sí, es cierto que ha sido fundamental en algunos movimientos sociales como el 15M, denuncias de malos tratos,  etc. Perooooo.

Entiendo su negatividad porque es muy humana. A todos nos cuesta emitir una opinión positiva porque contra algo, se vive mejor.

Los panelistas son usuarios de Facebook, como casi tod@s, pero ellos,  lo utilizan de forma “consciente”, declaran. Es decir, toman una copa de vez en cuando pero no son alcohólicos, como casi tod@s.

Hay quien quizás por miopía, o por pereza a pensar más allá de lo evidente, acusa a las herramientas del delito.

Sin embargo el verdadero problema no se encuentra en las redes sociales, en los videojuegos o en las máquinas tragaperras incluso me atrevo a decir en las drogas. Los problemas con la dependencia, impulsividad y comportamiento adictivo son tan viejos como la  humanidad. Para tratarlos debemos de una vez abordar el problema desde su raíz social y psicológica.

Y también desde la libertad porque quizás la ejerzo estando sentado frente al televisor 10 horas al día,  o jugando 6 horas seguidas, o al compartir un selfie en Facebook o Instagram cada 20 minutos, o en emitir en directo mi vida privada al resto del mundo, a riesgo, por supuesto, de ser escaneado hasta mi última neurona y quizás hasta que alguien pueda predecir mi comportamiento.

Se me ocurre que el malvado gigante Facebook no es ni mejor ni peor que sus primos hermanos Apple, Google, Microsoft, Amazon, etc..  Los Unicornios económicos tienen piel de cordero y entrañas desalmadas, su instinto es crecer y ganar dinero. Desconocemos si Apple o Google utilizan de forma correcta los datos personales de sus usuarios,  y de todas formas no importa, porque pueden pasar al lado oscuro de la big data en un click, y lo harán sin duda cuando su supervivencia esté en juego.

Por lo tanto si desconfías de Facebook, hazlo también del resto de plataformas y redes sociales porque la base de su comportamiento es exactamente la misma. Asignar a multinacionales con beneficios billonarios un comportamiento emocional binario del tipo bueno o malo es desconocer profundamente los criterios que rigen en las empresas, el mercado y de la competencia.

Y no es bueno ni malo en sí mismo: es una oportunidad para gozar de herramientas de comunicación social que ayudan a la humanidad a denunciar abusos dictatoriales y otros desmanes ocultos que desde el descubrimiento de la imprenta hasta el nacimiento de Facebook estaban en manos de unos pocos y casi siempre corruptos.

Encontrar el equilibrio entre la libertad de los clientes y la de los proveedores en cualquier servicio o producto que potencialmente pueda ser usado en contra de la salud y ser un vehículo de la adicción patológica, es complejo. Estoy de acuerdo en que se exija a las plataformas un uso proporcionado de los datos personales de comportamiento que obtienen de sus usuarios.

En positivo, los ecosistemas (Facebook, Google, Microsoft…) que permiten editar a miles de millones de personas información de sus vidas y sus entornos cotidianos y opinar de cualquier cosa en cualquier momento han roto el monopolio informativo, y por tanto el poder de unos pocos para cederlo a la comunidad. 

La prueba de ello es lo mal que llevan las dictaduras la posibilidad de que sus súbditos se comuniquen de forma instantánea con miles de millones de humanos para denunciar un mal trato, por ejemplo.

Me pregunto si la información del holocausto en 1945 no  hubiera llegado años antes si el 80% de los habitantes de Europa hubieran dispuesto de  cuentas de Facebook con capacidad para editar, tomar fotos y transmitirlas instantáneamente. Quizás la información compartida en los momentos iniciales de la locura nazi hubiera condicionado el resultado, ya que la obsesión de la propaganda manipuladora siempre ha sido la de controlar las fuentes emisoras de información, evitando sobre todo la diversidad en las opiniones. Quieran o no sus detractores si algo abunda en  el ADN de Facebook es la diversidad de información, emisores y receptores.

Todas las tecnologías de la información han tenido que vencer resistencias de un “antiguo régimen” para triunfar. En la edad media la iglesia y las monarquías absolutas perdieron el poder para controlar todo lo que unos pocos podían leer tras el invento de la imprenta. El hecho de que cualquiera pudiera leer no era bien visto por el poder y no se equivocaban: la difusión de ideas contrarias al régimen y a la religión establecida corrieron por toda Europa.

Y por supuesto, al instante también se activó la posibilidad de emitir informaciones falsas y manipuladas, ya que editarlas estaba al alcance de muchas más personas que antes. Los reaccionarios, iargumentaban en contra que la información ya no estaría controlada y podía falsificarse más fácilmente, como ahora.

La imprenta ha difundido desde  Biblia, hasta el Manifiesto Comunista de Marx i Engels y también el Mein Kampf de Hitler. Y  no por ello alguien se plantea prohibir los libros ni la lectura.

Las redes sociales son un extraordinario avance que sin duda mejora y transforma la humanidad. Que existan riesgos no significa que debamos renunciar a comunicar lo que se nos antoje en cualquier momento. Confío en que, como ha sucedido con otros canales de información, el tiempo pondrá en su sitio a los que abusan o a los que facilitan la libertad de expresión. Y como ha sucedido con otros canales de información deberemos aceptar, como ya denunció Plutarco en el siglo I de nuestra era, que matar al mensajero no mejora nada.

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