Optimismo global

Leyendo el libro de Eduard Biosca Optimismo global me identifico ya con la dedicatoria: «A todos los optimistas, que además de soportar las dificultades de la vida, deben aguantar los mensajes desalentadores de los pesimistas». En una tertulia de verano, después de una buena cena y en compañía de buenos amigos, llama a la puerta el fantasma del pesimismo en una de sus expresiones demoledoras: «El mundo está fatal». Debo reconocer que me quedo solo defendiendo una causa imposible: que no es cierto porque si comparamos con cualquier fecha del pasado, el mundo está mejor que nunca y mejorará aún más. Nadie me da la razón.

Para superar la resaca de la discusión, al día siguiente, abro de nuevo el libro de Eduard Biosca al azar y leo que ser optimista o pesimista no hace referencia a creer que el mundo está bien o mal ahora, solamente se aplica al tiempo futuro. El argumento es simple e impecable porque un optimista cree que las cosas que están mal irán mejor y un pesimista utiliza el mismo recurso para prever que irán a peor. En resumen, concluye Biosca, un pesimista no es alguien que se percata de los problemas, es alguien que cree que los problemas carecen de solución. Y un optimista no es alguien que cree que todo está bien, pero cree, desea y se ilusiona pensando que se puede mejorar.  

Así pues, llego a las siguientes conclusiones:

EL FUTURO

NO PUEDE

PREVERSE

  1. Optimistas y pesimistas podemos estar de acuerdo en lo que ocurre, pero buscamos justificar nuestra razón en un territorio imaginario, el futuro, que manipulamos según lo que queremos demostrar. 
  2. La historia demuestra con pruebas indiscutibles que el futuro no puede preverse.
  3. Simplificando los términos de la ecuación, queda que el optimismo y el pesimismo son actitudes, o sea: posturas expresivas que corresponden a cierta disposición del ánimo.
  4. Las disposiciones del ánimo se pueden elegir, por ejemplo, ante un mismo accidente puedes sentirte víctima o superviviente, es una elección personal. 
  5. Si la visión positiva o negativa tiene más que ver con una disposición del ánimo que con la realidad, la buena noticia es que podemos elegir la actitud que nos aporte más beneficios.

Muchísimas evidencias científicas demuestran que las actitudes y disposiciones de ánimo afectan a la salud ya la longevidad de los humanos.

Con una rigurosa metodología que se puede consultar en www.hsph.harvard.edu, un estudio científico con seguimiento a más de 14.000 personas mayores de 50 años, demuestra que las que tienen actitudes más positivas sobre el envejecimiento tienden a vivir vidas más largas y saludables que las que experimentan pensamientos negativos sobre envejecer. 

Se demuestra, en concreto, en el 43% de menos riesgo de morir por cualquier causa durante un período de cuatro años en comparación con las que están menos satisfechas.

El estudio también halló que los optimistas tenían un menor riesgo de padecer enfermedades como la diabetes, el ictus, el cáncer y las enfermedades del corazón; mejor funcionamiento cognitivo; eran más propensos a participar en actividad física y menos propensos a tener problemas para dormir y estaban menos solos y deprimidos. Pues por si acaso, me apunto a lo que dice un optimista compulsivo como el Groucho Marx: “I intend to live forever, or die trying.

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