Aprende a escribir tus heridas en la arena y a grabar tus alegrías en piedra
La cita que da título a este artículo es de LaoTse.
Los buenos líderes escriben las heridas en arena y graban las alegrías en piedra, las suyas y las de sus equipos también. Personas muy capacitadas con demasiada frecuencia no recuerdan la última vez que recibieron una retroalimentación o feedback positivo y, en cambio, recuerdan perfectamente frecuentes reproches. La retroalimentación negativa es excesivamente abundante y responde más a una necesidad de quien la ejecuta que a mejorar los resultados de quienes la sufren.
El entrenador que olvida éxitos y recuerda fracasos construirá una plantilla miedosa, experta en jugar a no perder y cargada de culpas que encadenan la creatividad.
El entrenador que da prioridad a lo que ya se hace bien para agrandarlo, promueve tomar riesgo para mejorar y gestionar los errores como hechos educativos en un terreno en el que se jugará a ganar. Como es lógico, esto no quiere decir que no intente mejorar lo que no funciona, pero para ello plantea visualizar como referente lo que sí va bien.
¿Por qué cuesta tanto reconocer y premiar lo que se hace bien, lo que funciona?
Por motivos que a veces actúan de forma conjunta. Son de aplicación al mundo de las organizaciones y también al de la vida privada:
- La persona que reconoce una actuación bien hecha, se expone, si no está segura de sí misma, a temer que pueda ser superada. Así, para el líder mediocre, es más fácil buscar lo que no funciona, por poco relevante que sea en el resultado final para mantener una relación de superioridad del tipo «aún no lo haces lo mejor que yo lo haría, no está perfecto».
- Una falsa creencia de que celebrar buenos resultados acomodará a quien recibe el feedback positivo y ya no intentará mejorar. Es falsa porque ha quedado demostrado que el estímulo positivo «carga las pilas» y actúa como un verdadero motor del cambio porque es mucho más efectivo que la penalización.
- El principio que para alcanzar el éxito debe sufrirse. Así, si las cosas van rodadas y los equipos que trabajan en un proyecto están eufóricos con los resultados porque se intuye la meta ganadora; al líder incompetente puede parecerle demasiado fácil lo que está sucediendo y activa algún tipo de sufrimiento innecesario: «efectivamente, somos los primeros y sólo queda una vuelta, pero recordáis que todavía podemos pinchar una rueda».
- Las personas que viven en la zona de confort del victimismo no quieren celebrar el éxito propio ni el ajeno porque perderían la atención compasiva. En estos casos, cualquier triunfo será interpretado como una amenaza y encontrarán algún detalle para generar retroalimentación negativa y seguir disfrutando de las subvenciones del carnet de víctima.