El ikigai nuestro de cada día
Dicen que si le preguntas a un pez qué es el agua no lo sabe porque le falta perspectiva para llegar a la percepción del elemento. Esto me sucedió la primera vez que escuché la palabra ikigai, su significado era tan cercano y envolvente que lo mantenía invisible para uno mismo.
Ikigai es un término japonés que no tiene una traducción exacta al español. Se compone de dos palabras japonesas: iki (生き) que significa vida o vivo y kai (甲斐) que es efecto, resultado, fruto, que vale la pena, beneficio.
Se le atribuye un significado de “una-razón-por-la-que-levantarse-al-mañana-cada-día-y-vivir”.
Pues aunque parezca evidente que todos y todas deberíamos llevar esta pieza de fábrica, no es así. Francesc Miralles y Hector García en su último libro “El pequeño Ikigai” decodifican el concepto y al mismo tiempo lo adaptan a nuestra comprensión de extremo-occidentales. Lo consiguen presentando el ikigai como el espacio de intersección de cuatro círculos: lo que amas, lo que haces bien, por lo que te pueden pagar y lo que el mundo necesita. Así descubrimos los resultados preliminares que son pasión, profesión, vocación y misión; una que vez se enlazan entre ellos dan como resultado la ikigai. No todo el mundo está de acuerdo con esta explicación adaptada, los mismos japoneses no lo enmarcan en círculos ni en áreas concretas, más bien lo definen como un concepto polifacético que llegan a entender a medida que envejecen.
Un aspecto básico del ikigai es la creencia de que la vida de una persona avanza en una dirección positiva, lo que permite a los individuos desarrollar resiliencia y proactividad en momentos difíciles.
Parece que así lo practican en una de las zonas del planeta donde los humanos vivimos más años, en la isla de Okinawa en el sur de Japón. Quizá su secreto es que están activos, con una fuerte dedicación a los amigos y a la familia. También mantienen una potente red social llamada “moai”, un círculo de amigos de toda la vida y tienen un fuerte sentido del propósito en la vida, incluyendo el trabajo, la fuerza motriz del ikigai.
Sin entrar en discusiones en lo que están de acuerdo todos los autores que estudian el fenómeno ikigai es que, como decía el filósofo Friedrich Nietzsche, “aquella persona que tiene algo porque vivir es capaz de enfrentar todos los como”. Una de las consecuencias prácticas de lo que hemos visto hasta ahora para conseguir un ikigai saludable sería el de trabajar en alguna actividad de la que no nos deberíamos jubilar nunca porque en sí misma llena nuestra vida de propósito.